Les Cales d'Empúries

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"Ruido"

La Vanguardia, 01.02.2011

Instalados en el ruido de una Barcelona en la que el tráfico rodado y el de las influencias parecen ser los únicos vagamente organizados, asistimos a su gradual conversión en mero spot publicitario. Enorme inmobiliaria, antes ciudad, donde los estereotipos son la base de la educación, y la indiferencia el resorte de los comportamientos. Ciudad de los prodigios transformada en ciudad de los perros, que confunde peso con calidad y ruido con progreso. Ciudad-jardín fruto de un genio, adornada por otro genio, y hoy gobernada por un montón de genios. Ciudad-fábrica que consiguió tantos derechos para los demás. Ciudad-subasta capaz de lo mejor y de lo más vano, de la mayor farsa democrática al pedir la participación del ciudadano en la remodelación de una avenida, y negarla en el paso del AVE por la Sagrada Familia. Centro reconocido de negocios y universidades. Éxito como marca, pero no como ciudad. Epicentro de país pequeño, de red virtual, de castillo de naipes con vocación de autosabotaje. Lucha de poder por las migajas. Triunfo de la demagogia y del falso progresismo, donde tolerancia es mearse en cualquier parte, libertad es invadir al vecino, y votar es diferir responsabilidades. Ruido político para aparentar autogobierno. Ruido mediático para aparentar criterio. Ruido físico para aparentar modernidad. Ruido para no oírse a sí mismo. Aceptación, normalización social de ese ruido.
Así, mientras el mercado inmobiliario nos hinchaba el ego, los índices europeos de educación y productividad nos ponían en nuestro sitio. Y hoy, mientras nuestra deuda pública escapa hacia adelante y Europa nos tolera sólo por el tamaño de nuestra grieta, las Pyme, que según el Anuari Pimec 2010 conforman el 99,8% del tejido productivo privado de nuestro país, cargan con el estrangulamiento financiero de una crisis que nadie parece haber creado. Mientras llenamos los titulares de guerras de divisas entre China y EEUU, desviamos nuestra responsabilidad social por encima de otros conflictos que no interesan tanto porque no afectan tan descaradamente a nuestro bolsillo. Y mientras debatimos sobre la idoneidad de un presidente del gobierno de asistir a una misa, olvidamos, por falta de espectacularidad mediática, las enormes necesidades de una sociedad en apariencia opulenta, pero con el doble de paro de la media europea y endeudada hasta las cejas. Cualquier día nos montan otro Fórum.